“Guácala qué rico”. Frase monumental. Versátil, multifacética, precisa, soberbia. “Guácala qué rico” ha sido el lema de mi vida durante el último año y pico y sobre todo durante las últimas semanas. Larga vida a “Guácala qué rico”.
GUÁCALA:
La verdad es que yo no hablo mucho. Mis amigos y mis parientes saben que si no me llaman, yo casi nunca llamo. Hay días (días sin juntas, de puro escribir) en que llega la noche, y me percato de que la única persona con quien intercambié una frase fue con el hombre que me vende el café. De unas semanas para acá, hablo con recepcionistas, hablo con vigilantes, hablo con taxistas, hablo con maquillistas, hablo con locutores, hablo con doctores. (Esta violenta incursión en la rutina verbal me tiene muy achacosa).
Y es que no sólo es hablar. Es responder. La constante en mi cotidianeidad actual es el interrogatorio.
Los vigilantes: ¿Con quién pasa? ¿Tiene una identificación? ¿Sí se registra?
Los conductores: ¿De qué se trata? ¿Por qué lo escribiste? ¿Es autobiográfico? ¿A quién va dirigido? ¿Por qué se llama como se llama? (Casi nunca lo han leído).
Las maquillistas: ¿Te paso la plancha en las puntas? A ti te gusta natural, ¿verdad? ¿Ves tantito para arriba? ¿Ves tantito para abajo? ¿Cuál labial te pongo? ¿Ya traes rimel?
Los taxistas: ¿Ya a trabajar / descansar? Mi primo trabajaba en el Canal Once, ¿lo conoce? ¿Me voy por Patriotismo? ¿Usted está casada? ¿No cree que es una reverenda tontería el puente que puso el joto ese? No, yo no estoy discriminando señorita, ¿por qué piensa usted que estoy discriminando? ¿Usted cómo cree que vaya a mejorar este país? ¿Agarro Minería? ¿No trae cambio?
Y el máximo quitarrisas, ultra-ñie, guácala radical de la temporada:
¿Nombre, apellido, estado civil, edad, domicilio, teléfono? ¿Circunstancias en que ocurrió el robo? ¿Qué objetos fueron extraídos del domicilio? Este interrogatorio nada tuvo que ver con la actividad promocional, aunque ocurrió mientras tanto. Era miércoles de ceniza. Cuando estudiaba en la escuela de monjas, los miércoles de ceniza nos formaban a todas en el patio y las monjas nos iban poniendo la cruz negra en la frente diciendo: “Arrepiéntete y cree en el evangelio”. ¿El hijo de puta que me tiró el marco de la puerta se arrepentirá algún día? ¿De qué se arrepentirá? ¿Quién tendrá mi computadora? ¿Por qué carajos no hice backup? ¿Quién estará oyendo mis discos del Último de la fila y de Rickie Lee Jones? ¿Con qué criterio desdeñaron 2001 de Kubrick y en cambio se llevaron Flashdance y La novicia rebelde? ¿Por qué no marqué mi ipod como hacía con mis loncheras? Lo único bueno de este ceniciento incidente fue que yo misma pude formular preguntas.
QUÉ RICO:
Ya todo lo voy sorteando con menos nervios. Aunque ciertos amigos aseguran que sigo pareciendo una loquita y que me debería fundir dos chupitos de güiski antes de responder cualquier cosa en un espacio público.
Por otro lado, en mis últimos peregrinajes por cabinas de radio y unos pocos estudios de televisión he tenido hallazgos sorprendentes. Por ejemplo, los sábados a las 9 de la mañana, el 96.9 transmite un programa para chavitos llamado Señal TN, donde llevan invitados variopintos y en cada emisión, un radioescucha diferente va y conduce también el programa. Es en vivo y hacen trivias, juegos, votan por canciones, y creo que hasta ahora son las preguntas más interesantes que me ha tocado responder (aunque los conductores tampoco habían leído el libro).
Otro hallazgo fue un programa de Exa TV llamado Kiu. El concepto no podría ser más simple: una conductora desparpajada, y una doctora elocuente y bien enterada. El resto, preguntas en vivo sobre sexo. Por correo, por teléfono, a raudales. Mientras esperaba entrar al estudio tenía la mandíbula desencajada con la calaña de incógnitas bizarras que resolvían estas mujeres. Lo que me quedó clarísimo fue otra interrogante: ¿para qué se gastan dinerales en programas pretenciosos llenos de clichés y de historias mafufas, cuando en la audiencia mexicana hay tal necesidad de simple y llana INFORMACIÓN?
Por último, QUÉ RICO vivir las últimas semanas en esta ciudad. Las nubes flotantes y pachonas, el cielo azul y brillante como de 1940. El valle, los volcanes nevados y groseramente visibles desde cualquier puente elevado.
(Guácala que gracias a los ventarrones que limpian los cielos, mi barrio se queda sin luz a cada rato; la última vez el apagón fue de 22 horas).
Qué rico que ya empezaron las jacarandas. ¿A usted le gustan las jacarandas, señora? Señorita. Sí, me encantan. De hecho, ando igual de morada que la ciudad, pero de regocijo. Caqueos, interrogatorios y apagones aparte, todo está valiendo la pena. Ese librito va muy bien.