miércoles, 25 de agosto de 2010

Hasta que la Iglesia nos separe

“Una sociedad que sacrifica a sus rebeldes, garantiza su paz pero sacrifica su futuro”.

(Mi papá no sabe de quién es la frase, pero cree que es de Anthony de Mello.)

Ya era hora de prender el radio y oír una buena noticia en este país. Después de un fin de semana de espanto, con cuarenta y siete muertos en Ciudad Juárez y once en otros estados, a media semana llegó un bálsamo: aunque ya se podía desde el 2009, la Suprema Corte dictaminó que las parejas del mismo sexo tienen todo el derecho de adoptar menores en el Distrito Federal. La nota dio para mucho chisme. Tuve la suerte de estar en el coche, transitando Patriotismo, para oír en vivo y en directo las primeras declaraciones del cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, cuando repetía insistentemente las palabras “vida”, “familia” y “valores” en medio de afirmaciones inauditas como que la ciencia ha comprobado que los niñitos se trastornan bajo la tutela de los gays, que Ebrard había comprado a la Suprema Corte, que el Maligno existe y el PRD es su manifestación, y que con sus iniciativas malignas del maligno a favor del aborto, la anticoncepción, etcétera, le hacen más daño a México que el narcotráfico. Alucinante. Dan Brown se queda tarado. El asunto, como todo el mundo sabe, ha derivado en un maratón de La novicia rebelde meets La ley y el orden. Ya se demandaron, ya se contestaron, ya se metió hasta el perico y quién sabe en qué acabe la cosa. Lo que está muy claro es que, de un tiempo para acá, la iglesia católica apostólica romana no deja de hacer el oso.

Por un lado, no debería sorprendernos. Eso es lo que hace la Iglesia, ese es su papel. Entrometerse, husmear, señalar con el dedo, condenar, ser los quitarrisas. La cosa es que esta vez se pusieron de pechito para contestarles.

Sólo por no dejar, ahí va el dato Wikipedia: A 2010, la adopción homoparental es un derecho reconocido en Andorra, Argentina, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Guam, Islandia, Israel, Noruega, Los Países Bajos, el Reino Unido, Sudáfrica, Suecia, Uruguay y en ciertos territorios de Australia y Estados Unidos. En Alemania, Finlandia y Francia es legal la adopción del hijo del otro miembro de una pareja de hecho o unión civil. El primero que integró todos los derechos –matrimonio y adopción- fue España, en el 2005; cosa que podría sorprender viniendo de un país católico y franquista, pero que por otro lado no sorprende de un país que siempre se ha cagado en Dios. Lo que pasa en España es parecido a lo que pasa en la ciudad de México: un gobierno de izquierda que llega a promover leyes liberales y progresistas, dejando otros temas de orden básico pendiendo en el aire. No se me entienda mal. A mí me da mucho gusto que se aprueben leyes liberales y progresistas en esta ciudad. Pero en materia de empleo, justicia, educación y del ejercicio cotidiano de la ley, seguimos en el hoyo. Así que, señores legisladores y magistrados, vayan y metan su solicitud de adopción y luego pónganse a chambear, que falta mucho.

Dicho lo cual, antes de empezar con los catorrazos contra los representantes de Dios en la Tierra, vamos a palomear lo obvio. No todos los católicos son estúpidos. No todos los perredistas son malignos. Y seguramente, no todos los gays son buenos. Debe haber un montón de homosexuales aborrecibles por el mundo (aunque hasta ahora no conozco a ninguno), pero debe haberlos, seguro. Bossie, el amante de Wilde, por ejemplo, era un tipo despreciable. A ese yo no le hubiera dado ningún niño en adopción. Aunque era tan narcisista, tan cruel y tan egocéntrico que no se le hubiera ocurrido cuidar a nadie más. Rimboud y Verlaine estaban demasiado ocupados tomándose hasta el agua de los floreros y haciéndose pedazos para pensar en adoptar. De ahí en fuera, por más que lo intento, no logro pensar en ningún gay que me caiga mal o que no le haya dado algo a la humanidad.

En cuanto a los curas. No todos son cerrados, retóricos, aborrecibles, ratas, pederastas, hipócritas, rancios. Hay muchos que están por el mundo partiéndose el lomo en misiones, levantando hospitales, atendiendo niños abandonados y madres solteras, construyendo escuelas. En resumen, haciendo cundir su decisión de no haber tenido una familia propia para rifársela por el prójimo. Mis respetos. La cosa es que ellos no están enfundados en sotanas ni empachándose en cenas opíparas mientras discuten politiquerías viendo qué paja encuentran en el ojo ajeno y solapándose sus guarradas. Tienen demasiado que hacer.

Aclarado lo anterior, entremos en materia. “Vida”, “familia, “valores”: el terceto favorito en los discursos de los voceros de Cristo después de Padre, Hijo y Espíritu Santo y de Papá, Mamá, Hijitos. “La Vida”… ¡cómo se les llena la boca repitiendo esa palabra! Si de veras les preocupara tanto la vida, estarían allá afuera encabezando todas las cumbres y movimientos ambientales. Estarían plantando árboles, salvando ballenas en alta mar o rescatando bebés en las inundaciones, y no condenando a niñas de trece años a una maternidad desastrosa. A propósito de la vida, lo siguiente que yo les preguntaría a estos tipos es a qué hora han dicho algo de que en este país estén asesinando un promedio de cincuenta personas a la semana. Que se sigan matando y violando a destajo en tres cuartas partes del mundo. Pero no. Su única preocupación son los delitos que atentan contra la “perpetuación” de la vida. Es decir, con la azarosa excepción de la eutanasia, los delitos que involucran el sexo. Los anticonceptivos. La fornicación. El adulterio. La sodomía. Pero de veras obsesionados. Es repulsivo. Es ocioso, es perverso.

Segundo término favorito de los obispos, cardenales, arzobispos, presbíteros, diáconos y feligreses que los acompañan: “familia”. Para empezar, nunca he entendido qué tiene que decir de la familia un tipo que, de entrada, decidió que no quería tener una. Tan lejanos están estos personajes de la realidad de la gente, que pareciera que no tienen ni idea de que la familia, como tal, es una cosa que se da por pura suerte. Que el que haya un óvulo y un espermatozoide no es garantía de absolutamente nada. Mucho menos en tiempos donde óvulos y espermatozoides se guardan en congeladores, se inseminan en laboratorios y se implantan en vientres de alquiler. Y dejando a un lado la tecnología reproductiva, desde el principio de los tiempos, ese espermatozoide siempre pudo ser de alguien que no es necesariamente el “padre”. A veces es del tío. O del vecino. O del lechero. Se les olvida que cientos, millones de veces, esa madre pudo no estar. Se pudo morir, largar, desafanar. Y entonces la madre es la tía. O la comadre. O el hijo mayor. En mi infancia visitaba con frecuencia la casa de una amiga cuya familia siempre me sorprendió. Ella vivía con su tía abuela, a quien llamaba “mamá”; una tía, una prima, y su bisabuela octogenaria. En la casa de junto vivía su abuela con tres hijas solteras y un hijo también soltero: el padre de mi amiga. Todo funcionaba con relativa armonía. Es curioso que esta amiga se haya terminado casando con un judío. ¿Qué diría Freud? Otra amiga me contaba hace poco una historia increíble sobre su abuelo. A los nueve años era el jefe de la casa. Una casa donde vivían él, su abuela de 65 y su bisabuela de 80. Esa era la familia. Y es que LA familia, este concepto que la iglesia se empecina en catalogar de universal, no existe como tal. Claro como el día y la noche, como los callos. Hay tantas familias como grupos de rock. La mayoría tiene una guitarra y una batería; de ahí, las variables son incontables. Y ante esa realidad, nada compleja, nada filosófica ni ambivalente, esta gente parece estar cegada. Como dándose con un ladrillo en la cabeza asegurando que es un sombrero. La familia debería ser, cuando menos, el grupo de personas donde uno se siente protegido, del que se siente parte. Hay veces en que ni siquiera eso sucede. Hay gente que nace sin familia o que la que tiene es un horror, y se la tiene que buscar por su cuenta. En esta absurda necedad por la trinidad mamá/papá/hijos, a estos señores parece olvidárseles que la adopción no existiría ni siquiera como término si no hubiera gente que no quiere o que no puede conservar los hijos que engendra. Se les olvida su propia historia. ¿O me van a decir que todos los curas del mundo vinieron de familias "normalitas" y funcionales?

Otra cosa que es increíble de esta ignorancia y este desapego, casi diría esquizofrénico, de la realidad del mundo, es cuando los católicos escriben o hablan. Me metí, por puro morbo, a la página de Provida. El discurso pareciera coherente, pareciera articulado; pero repasando los párrafos uno descubre que es completamente hueco, sin sustento y sin puerto. El único “argumento” que encontré en contra de la adopción gay fue este asunto de la “discriminación” que ésta supone frente a las parejas de heterosexuales que llevan años tratando de adoptar. Un argumento infantil y vago por donde se mire, pero eso sí: aderezado al infinito con la multimentada palabrita ésta de los valores, que jamás explican. Tanto la repiten, que decidí refrescarme en la catequesis para recordar cuáles son esos mentados valores, y por qué en seis años en escuela de monjas, ninguno se me pegó. Después de navegar por varias páginas católicas, no encontré nada parecido a un listado, pero sí largas parrafadas de quejas contra la falta de valores en nuestra sociedad. Finalmente encontré este texto en catholic.net:

“Surgen así los valores cristianos que Cristo nos dejó
 consignados en su mensaje evangélico. 
Quizás su mejor resumen sean las bienaventuranzas que nos presentan una radiografía de lo que debería ser el corazón del hombre
 evangélico: la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, la pureza de corazón,
 la búsqueda de la paz y de la justicia, la paciencia de frente a la persecución.

Junto a las bienaventuranzas, los Evangelios subrayan también la importancia de
 algunas actitudes que Cristo exige de sus discípulos: la fe, la confianza absoluta en la
 Providencia, la humildad, la sencillez, la capacidad de llevar la propia cruz, la abnegación, 
el perdón de los enemigos y, sobre todo, el amor mutuo que es el distintivo que caracterizará
a quienes quieran seguirle.”

Casi me voy de espaldas cuando veo que el autor de tan elocuentes palabras es nada menos que el padre Marcial Maciel, L.C. 

Creo que lo único que cumplió ese desgraciado fue lo de la pobreza de espíritu.

Ya entrada en gastos y por no dejar, hice un ejercicio. La generosidad, la consideración, la cortesía, la tenacidad, la persistencia, el trabajo, la tolerancia, el sentido de responsabilidad, la honestidad, el respeto, la apertura, la solidaridad, el no ser rencoroso (no sé si haya una palabra para eso); la amabilidad, la voluntad, la congruencia, el sentido del humor, la paciencia, el cuidado y la lealtad, son las cualidades por las que yo apostaría en un ser humano. (La palabra “valores”, para acabar pronto, me caga).

Tengo un amigo que ostenta cada una de estas cualidades en grado superlativo. Oscar forma parte de una familia no tradicional. Sus padres se divorciaron, se volvieron a casar y él vivió muchos años con su hermana. Tiene tías solteras, sin hijos, y otra con hijos adoptivos. También tiene dos medios hermanos. Y todos, del primero al último, se quieren. Profundamente, incondicionalmente. Oscar adora a sus sobrinos, y varias veces me ha dicho que resiente el no poder tener hijos. Sería un padre fabuloso. Lo malo es que ahora que podría adoptar niños en el Distrito Federal, vive en Australia. Y vive ahí porque este país no le daba lo que buscaba. Un vivir bien. Moverse con libertad y sin miedo, tener espacios urbanos y públicos funcionales, un sistema legal ágil, un gobierno ocupado en lo que tiene que hacer, una seguridad social que sí responde, un trabajo bien remunerado, donde no tiene que ocultar que es gay. Qué lástima.

Ahora, vamos a lo escabroso. ¿Por qué los homosexuales no pueden ser madres/padres? El argumento insoslayable de la iglesia y sus seguidores es que la homosexualidad es “anti natura”. ¿Qué diablos significa eso? Si tanto les molesta todo lo que no es “natural”, ¿por qué no se meten con las fibras sintéticas y la comida procesada? ¿Por qué no condenan los respiradores artificiales y las cirugías plásticas? Vamos a desglosarlo un poco. En el diccionario, la palabra “naturaleza” no tiene antónimo. Lo tiene la palabra “naturalidad”, cuyo antónimo es la hipocresía y la artificiosidad. Adjetivos que, por cierto, me sonaron muy adecuados para una institución que niega su propia naturaleza humana como punto de partida. María era virgen. Jesús no se murió. Desde ahí, jodido el asunto. Y los que quieran entrarle de lleno, castrados. Digo, castos. ¿Pero no era justamente esto de reproducirse y perpetuar la vida lo que más preocupa y atribula a los hombres de Dios? Sobre todo tomando en cuenta que la castidad no fue instituida sino hasta cuatro siglos después de la muerte Y resurrección de Jesucristo. Qué confuso, todo. Cuánta fe se necesita para entenderlo… A continuación, un dato sobre la sodomía que estoy segura que todos los hombres de Buena Voluntad ignoraban: el empleo alternativo de los orificios anatómicos no es exclusivo de los gays. ¡Oh! ¡Qué inmoral! Incluso es bien sabido que hay muchachitas católicas que en aras de seguir siendo “vírgenes”, le dan primero al de detroit. ¿Les parece perturbador? Pues esas son la clase de cosas que sus mensajes confusos y ambiguos ocasionan. Y el mensaje central es que todos nos vamos a pudrir en el infierno. Del primero al último. Porque incluso los niñitos que andan explorando y sintiendo rico en sus fufulines, están condenados porque resulta y resalta que el sexo y todo lo que tenga que ver con él, existe y sirve exclusiva y únicamente para PROCREAR, y cualquiera que no use el sexo para procrear va en contra de la naturaleza. (A todo esto… ¿qué tenía que ver la naturaleza con el infierno? Oh, qué misteriosas e insondables son las enseñanzas del Señor…)

Que la homosexualidad existe desde que el mundo es mundo, lo debería saber hasta el más obtuso e ignorante de los sacerdotes de este congal. Pero más allá de la preferencia sexual, está esto otro: no somos perritos, señores. Tenemos fantasías, ideas, imaginación. Además de aparearnos, hacemos otras cosas. Jugamos, deseamos, nos enamoramos. Es decir, además de seres sexuales, somos seres eróticos. Aunque claro, esto seguramente tampoco lo sabían, porque ellos no se imaginan ni fantasean nada, nunca, ni lo mande Dios. Pero démosle chance. Un cura de éstos “open mind” de los que dan pláticas de pareja (¿!) seguramente diría que sí, que el erotismo y todo eso está muy bonito, pero dentro del matrimonio. Vale. ¡Entonces dejen casarse a los gays! Ah, no, ¿verdad? Porque no pueden tener hijos… pero esperen un momento… ¡ya pueden! No, nonono, pero tienen que ser de ellos. De su sangre, de su carne, a su imagen y semejanza. Oigan, pero… ¿y entonces una pareja heterosexual que no puede tener hijos propios? Este… este… valores. Hay que tener muchos valores. Y fe. Mucho de eso.

Como sea. Señores católicos, las leyes de la naturaleza son anárquicas, imponentes e incomprensibles. La explosión de los volcanes y la formación de los tallos, las hojas y los géiseres nada tiene que ver con que dos hombres o dos mujeres se gusten. O sí. Lo que nada tiene que ver con eso, es Dios. O no como nos lo imaginamos. Tengamos un mínimo de sensatez y sentido común, por piedad. Hace QUINIENTOS años que Copérnico nos dejó clarísimo que no somos el centro del universo. Somos una pelotita ínfima, diminuta, flotando en medio de trillones de estrellas y años y milenios y gases y planetas y quién sabe qué más. No podríamos ni empezar a imaginarlo. Si acaso hay un ser, una fuerza, un algo, lo que sea, que está detrás y alrededor de todo eso, ¿de veras creen que está pendiente de si alguien come carne un viernes santo o cuánto dio de limosna o quién se coge a quién? ¿Es posible que más de un millón de personas en este planeta puedan afirmarlo? No me extraña que nos estemos yendo derechito al carajo. Y no sólo es la iglesia. Es que hay gente, con hábitos o sin ellos, que piensan que pueden atorarse a quien sea, embolsarse el dinero del vecino o de un país entero, desforestar, contaminar y mandar matar a quien amenace su carísimo patrimonio, porque siempre y cuando se confiesen y comulguen, todo está bien. ¡Qué peligro! Eso sí que es un peligro para la nación. (¡Peor que le narcotráfico!) Lo único que va a ocasionar la perpetuación de esta escoria en el mundo, es nada menos -qué ironía- que la destrucción garantizada de la vida. En todas sus formas.

Y ya entrados en gastos, esto va para todas las religiones. Marx lo tenía clarísimo. Y Nietzche. Pero no sólo son el opio del pueblo: las religiones son el aparato discriminatorio más rampante de este planeta. Cualquier persona, cualquier grupo de personas, que crean que poseen LA verdad porque DIOS se los dijo, a ellos y sólo a ellos, y todos los demás están idiotas, y les da permiso de imponer esa verdad a costa de lo que sea, son una amenaza más aterradora que cualquier virus y que cualquier misil. Nada más hay que hacer cuentas y ver cuántos muertos cargan los dioses de la historia a sus espaldas. Y aunque últimamente nos han metido en la cabeza que el islamismo radical está de miedo, no nos equivoquemos: la lógica es exactamente la misma. Si existe el Mal en esta Tierra, es éste.

Dios es el nombre que se le da a un autoritarismo que no puede imponerse por sí solo. Y el tema del autoritarismo siempre se reduce a lo mismo: el poder. Conservarlo. Amarrarlo. Y para que se conserve el poder, se tiene que conservar un orden de las cosas.

Volviendo al tema de los gays (que nunca hemos abandonado), Elisabeth Roudinesco lo explica muy bien:

“El gran deseo de normatividad de las antiguas minorías perseguidas siembra el desorden en la sociedad. Todos temen, en efecto, que no sea otra cosa del signo de decadencia de los valores tradicionales de la familia, la escuela, la nación, la patria y sobre todo la paternidad, el padre, la ley del padre y la autoridad en todas sus formas. En consecuencia, lo que perturba a los conservadores de todos los pelajes ya no es la impugnación del modelo familiar sino, al contrario, la voluntad de someterse a él. Excluidos de la familia, los homosexuales de antaño eran al menos reconocibles, identificables, y se los marcaba y estigmatizaba. Integrados, son más peligrosos por ser menos visibles.”

En otras palabras, mientras los homosexuales hagan sus “guarradas” escondidos y en la clandestinidad, no sugieren ningún peligro real. El peligro es que se integren a la sociedad y desde ahí cuestionen la Autoridad y la desarticulen.

(El libro se llama la La familia en desorden y a los representantes de Dios en la Tierra podría interesarles. Viene todo. Desde Edipo hasta el establecimiento del matrimonio por amor en los países “avanzados” del siglo XVIII, pasando por la estrepitosa caída del Padre hasta la inseminación artificial).

Esta cita de Roudinesco me recordó otra. “Si los hombres perdemos las pocas fuentes de superioridad que tenemos, vamos a empezar a hacer cosas indignas”. Eso lo dijo en los años cuarenta Aquiles Elordy, un diputado del PAN, como argumento para no otorgar el derecho a voto a las mujeres en México. Sí, caray… qué miedo da que las minorías ganen poder, ¿verdad?

Lo siguiente que voy a decir va a sonar a una barbaridad, pero la verdad es que tiene su punto triste el que los homosexuales, lesbianas, transexuales y transgénero se integren del todo a la sociedad. Una vez mi amiga Jasmine, lesbiana, de Montreal, me contó que el día que se aprobó la unión civil para los homosexuales por allá, salieron cinco pelados a las calles. Un porcentaje ridículo contra la cantidad de gente que se congregaba para las protestas y el reclamo de derechos. Sería muy triste que los gays perdieran todo el sabor de su sentimiento de minoría, de lucha, que al contrario de otras minorías más “enojadas” y más solemnes, tiene este punto lúdico y estridente con sus desfiles multicolor y sus besos en la calle al son de “Love is in the air”. Sería una pena que se volvieran serios. Que se volvieran rígidos. Que se volvieran… conservadores. Como los homosexuales que apoyaron a Geert Wilders, el político de derechas que promovió toda clase de amonestaciones, multas y bloqueos migratorios a los musulmanes en Holanda. Aunque también es verdad que los musulmanes estaban golpeando más gays en las calles que sacos en un ring… Sí, la humanidad es muy complicada. Mucho. Lástima que no haya Dios que nos vaya a venir a salvar. Ni modo.

Ya por último. Con el argumento anti-natura medio tambaleante, los representantes de la iglesia se vuelven de pronto expertos psicólogos, sociólogos y pedófilos, digo, pedagogos, y opinan que los hijos adoptivos de parejas homosexuales van a tener muchos problemas de identidad y de adaptación social. Eso, si no resultan ¡qué horror! homosexuales también. En mi humilde opinión, tal vez los hijos de familias homoparentales salgan medio hechos bolas y los muelan en la escuela (cada vez menos conforme se legitimice y se acepte la homosexualidad). Tal vez salgan medio histéricos, fans de los musicales y de la ópera. Igual les salen transas, bipolares, sacerdotes. Tal vez, como recién escuché, ¡hasta les salgan bugas! Pero al menos serán los hijos de dos personas que tomaron la decisión. Convencidos, dispuestos, con ganas. La vida no será ni más ni menos complicada que la de cualquier niño nacido y criado por un hombre y una mujer, católicos, casados, que sean sus verdaderos padres. Ese fue mi caso y llevo diez años en psicoanálisis…


14 comentarios:

bamboquiri dijo...

Ovación de pie, aplauso estruendoso!

Unknown dijo...

Tal vez sea porque cancelé mi membresía a la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana de México S.A. de C.V. hace ya muchos años, y porque luego me encontré con otro cuerpo de creencias más sólido, coherente y compasivo -o que a mí me lo pareció-, pero cada vez hago menos caso cuando personajes tan tenebrosos como el cardenal Sandoval Íñiguez o Norberto Rivera y demás individuos de esa calaña vociferan contra cualquier avance que haga de esta sociedad algo un poquito más civilizado. Se me olvida que su opinión aún tiene mucho peso en este país que por momentos se resiste a modernizarse y que sus gritos e improperios pueden causar verdaderos estragos en la convivencia ciudadana.
¡Qué bueno que haya quien no simplemente los tire de a locos! No basta con ignorarlos, siempre conviene exhibir la falacia de sus argumentos y qué mejor que lo haga alguien que haga patente lo ridículos que son. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Querida Anaí:
Te doy mi humilde opinión. Soy católica apostólica, casada, con varios hijos, dedicada principalmente a formarlos en los "valores" que haciendo muy bien tu investigación, encontraste en las bienaventuranzas, también participo en una organización donde parte de mi trabajo es darle el "visto bueno" a las parejas que desean adoptar. Ha sido mi tarea decidir si cierta pareja es adecuada para adoptar o no. La responsabilidad es ENORME. Las pasiones se encienden en todas las discusiones, si hablamos de homosexualidad, de política o de religión, porque somos seres pasionales. Como bién señalas al inicio del texto, en todos lados hay de todo. Ni Sandoval Íñiguez es representante de todos los católicos,ni todos los sacerdotes son pederastas, ni todos los gays son promiscuos, "perversos" y demás, pero tampoco todos los gays son buena gente. Lo importante no debería ser la preferencia sexual de la pareja que busca adoptar. Lo importante es tener una legislación y un sistema de adopciones que protega al niño de ser adoptado por alguien que ponga en peligro su integridad física y mental. Hay parejas adineradas, religiosas y "gente bien" a las cuales yo no les entregaba uno de nuestros niños ni muerta. Hay gente de bajos recursos, responsables y amorosos a los cuales hemos tenido el privilegio de autorizar la adopción y ahora aprenderemos a autorizar o rechazar responsablemente las solicitudes de las parejas gay que deseen adoptar. No se trata de gays, eteros, trans o bugas, de católicos, judíos o budistas, de ricos, pobres, perredistas o panistas. Se trata de respeto,responsabilidad, coherencia, integridad y sobre todo de amor, que no es lo mismo que tener ganas de ser padres o madres. Eso no tiene nada que ver con una sotana o el desfile del arcoiris. Tiene que ver con quién se ES, en el sentido más profundo y extenso de la palabra y desgraciadamente, hay pocos legisladores, sacerdotes, líderes de movimiento (tanto provida como pro-gay) que sean conscientes de eso. Normalmente están demasiado ocupados en luchar por su disque-noble causa. La verdad, confieso que este cambio requerirá algo de tiempo, para que nosotras aprendamos a identificar señales, tanto negativas como positivas, ahora habrá que ponerse a estudiar.
Por otro lado:¡Que bueno que volviste a escribir! Tus escritos me hacen mucha falta y mi hija mayor también. Voy a compartir este blog con mis compañeras y amigas como tema de reflección y discusión. Muchas gracias.
Te quieren y admiran:
Las mochas.

Anónimo dijo...

Querida Anaí:
Te doy mi humilde opinión. Soy católica apostólica, casada, con varios hijos, dedicada principalmente a formarlos en los "valores" que haciendo muy bien tu investigación, encontraste en las bienaventuranzas, también participo en una organización donde parte de mi trabajo es darle el "visto bueno" a las parejas que desean adoptar. Ha sido mi tarea decidir si cierta pareja es adecuada para adoptar o no. La responsabilidad es ENORME. Las pasiones se encienden en todas las discusiones, si hablamos de homosexualidad, de política o de religión, porque somos seres pasionales. Como bién señalas al inicio del texto, en todos lados hay de todo. Ni Sandoval Íñiguez es representante de todos los católicos,ni todos los sacerdotes son pederastas, ni todos los gays son promiscuos, "perversos" y demás, pero tampoco todos los gays son buena gente. Lo importante no debería ser la preferencia sexual de la pareja que busca adoptar. Lo importante es tener una legislación y un sistema de adopciones que protega al niño de ser adoptado por alguien que ponga en peligro su integridad física y mental. Hay parejas adineradas, religiosas y "gente bien" a las cuales yo no les entregaba uno de nuestros niños ni muerta. Hay gente de bajos recursos, responsables y amorosos a los cuales hemos tenido el privilegio de autorizar la adopción y ahora aprenderemos a autorizar o rechazar responsablemente las solicitudes de las parejas gay que deseen adoptar. No se trata de gays, eteros, trans o bugas, de católicos, judíos o budistas, de ricos, pobres, perredistas o panistas. Se trata de respeto,responsabilidad, coherencia, integridad y sobre todo de amor, que no es lo mismo que tener ganas de ser padres o madres. Eso no tiene nada que ver con una sotana o el desfile del arcoiris. Tiene que ver con quién se ES, en el sentido más profundo y extenso de la palabra y desgraciadamente, hay pocos legisladores, sacerdotes, líderes de movimiento (tanto provida como pro-gay) que sean conscientes de eso. Normalmente están demasiado ocupados en luchar por su disque-noble causa. La verdad, confieso que este cambio requerirá algo de tiempo, para que nosotras aprendamos a identificar señales, tanto negativas como positivas, ahora habrá que ponerse a estudiar.
Por otro lado:¡Que bueno que volviste a escribir! Tus escritos me hacen mucha falta y mi hija mayor también. Voy a compartir este blog con mis compañeras y amigas como tema de reflección y discusión. Muchas gracias.
Te quieren y admiran:
Las mochas.

Anónimo dijo...

Querida Anaí:
Te doy mi humilde opinión. Soy católica apostólica, casada, con varios hijos, dedicada principalmente a formarlos en los "valores" que haciendo muy bien tu investigación, encontraste en las bienaventuranzas, también participo en una organización donde parte de mi trabajo es darle el "visto bueno" a las parejas que desean adoptar. Ha sido mi tarea decidir si cierta pareja es adecuada para adoptar o no. La responsabilidad es ENORME. Las pasiones se encienden en todas las discusiones, si hablamos de homosexualidad, de política o de religión, porque somos seres pasionales. Como bién señalas al inicio del texto, en todos lados hay de todo. Ni Sandoval Íñiguez es representante de todos los católicos,ni todos los sacerdotes son pederastas, ni todos los gays son promiscuos, "perversos" y demás, pero tampoco todos los gays son buena gente. Lo importante no debería ser la preferencia sexual de la pareja que busca adoptar. Lo importante es tener una legislación y un sistema de adopciones que protega al niño de ser adoptado por alguien que ponga en peligro su integridad física y mental. Hay parejas adineradas, religiosas y "gente bien" a las cuales yo no les entregaba uno de nuestros niños ni muerta. Hay gente de bajos recursos, responsables y amorosos a los cuales hemos tenido el privilegio de autorizar la adopción y ahora aprenderemos a autorizar o rechazar responsablemente las solicitudes de las parejas gay que deseen adoptar. No se trata de gays, eteros, trans o bugas, de católicos, judíos o budistas, de ricos, pobres, perredistas o panistas. Se trata de respeto,responsabilidad, coherencia, integridad y sobre todo de amor, que no es lo mismo que tener ganas de ser padres o madres. Eso no tiene nada que ver con una sotana o el desfile del arcoiris. Tiene que ver con quién se ES, en el sentido más profundo y extenso de la palabra y desgraciadamente, hay pocos legisladores, sacerdotes, líderes de movimiento (tanto provida como pro-gay) que sean conscientes de eso. Normalmente están demasiado ocupados en luchar por su disque-noble causa. La verdad, confieso que este cambio requerirá algo de tiempo, para que nosotras aprendamos a identificar señales, tanto negativas como positivas, ahora habrá que ponerse a estudiar.
Por otro lado:¡Que bueno que volviste a escribir! Tus escritos me hacen mucha falta y mi hija mayor también. Voy a compartir este blog con mis compañeras y amigas como tema de reflección y discusión. Muchas gracias.
Te quieren y admiran:
Las mochas.

Anónimo dijo...

Querida Anaí:
Te doy mi humilde opinión. Soy católica apostólica, casada, con varios hijos, dedicada principalmente a formarlos en los "valores" que haciendo muy bien tu investigación, encontraste en las bienaventuranzas, también participo en una organización donde parte de mi trabajo es darle el "visto bueno" a las parejas que desean adoptar. Ha sido mi tarea decidir si cierta pareja es adecuada para adoptar o no. La responsabilidad es ENORME. Las pasiones se encienden en todas las discusiones, si hablamos de homosexualidad, de política o de religión, porque somos seres pasionales. Como bién señalas al inicio del texto, en todos lados hay de todo. Ni Sandoval Íñiguez es representante de todos los católicos,ni todos los sacerdotes son pederastas, ni todos los gays son promiscuos, "perversos" y demás, pero tampoco todos los gays son buena gente. Lo importante no debería ser la preferencia sexual de la pareja que busca adoptar. Lo importante es tener una legislación y un sistema de adopciones que protega al niño de ser adoptado por alguien que ponga en peligro su integridad física y mental. Hay parejas adineradas, religiosas y "gente bien" a las cuales yo no les entregaba uno de nuestros niños ni muerta. Hay gente de bajos recursos, responsables y amorosos a los cuales hemos tenido el privilegio de autorizar la adopción y ahora aprenderemos a autorizar o rechazar responsablemente las solicitudes de las parejas gay que deseen adoptar. No se trata de gays, eteros, trans o bugas, de católicos, judíos o budistas, de ricos, pobres, perredistas o panistas. Se trata de respeto,responsabilidad, coherencia, integridad y sobre todo de amor, que no es lo mismo que tener ganas de ser padres o madres. Eso no tiene nada que ver con una sotana o el desfile del arcoiris. Tiene que ver con quién se ES, en el sentido más profundo y extenso de la palabra y desgraciadamente, hay pocos legisladores, sacerdotes, líderes de movimiento (tanto provida como pro-gay) que sean conscientes de eso. Normalmente están demasiado ocupados en luchar por su disque-noble causa. La verdad, confieso que este cambio requerirá algo de tiempo, para que nosotras aprendamos a identificar señales, tanto negativas como positivas, ahora habrá que ponerse a estudiar.
Por otro lado:¡Que bueno que volviste a escribir! Tus escritos me hacen mucha falta y mi hija mayor también. Voy a compartir este blog con mis compañeras y amigas como tema de reflección y discusión. Muchas gracias.
Te quieren y admiran:
Las mochas.

Anónimo dijo...

Perdón, demasiados clicks y no sé como borrarlos.
La mamá mocha.

Eduardo López dijo...

Hija querida:
Te preguntas si habrá el antónimo de 'rencoroso' y a mi me gusta, aunque no me apegue literalmente, el de 'generoso'
Este blog tuyo es sumamente generoso y ahí sí, literalmente hablando ya que: 'gens' 'generis': linaje, estirpe y 'generosus': linajudo, noble.
Has escrito algo excelente y noble porque tú lo eres y ..."La nobleza obliga".
Me llenas de orgullo y de amor.
Ya sabes cuantísimo te quiero.
Papá

Dunia L?pez dijo...

Retomando el tema de lo "antinatural" que tocas en tu escrito, agregaría: ¿Qué cosa más "antinatural" que el ARTE? No alimenta, no procrea, no se muere. Lo que nos hace esencialmente humanos es justo lo que nos distingue del mundo "natural": la conciencia de que existimos, de nuestra finitud, el tener capacidad de elección, enamorarnos (ya lo dijiste), el crear, el arte, la cultura....qué hermoso puede ser lo "antinatural".

Dunia L?pez dijo...

A la persona Anónima que escribió su comentario, quiero decirle que aprecio mucho su texto y su criterio, y me alegra profundamente que una persona que piensa de esa manera tenga la enorme tarea de considerar parejas para adopción. Tienes toda la razón: el ser buenos padres depende de una multiplicidad de factores que no tienen que ver con la orientación sexual de una persona. Muchos saludos!!

Anaí López dijo...

Sí, hermana, tienes toda la razón. Es justamente todo lo que nos distingue de una mera condición de "bestias" (el arte, la creatividad, la autoconciencia, la filosofía, el erotismo, el amor) donde está todo nuestro chiste. Menudo problema cuando la consigna es que hay que ser "pobres de espíritu"...

Mucha gracias por todos los comentarios.

Legos dijo...

"Adoptar" no es un derecho de nadie: es el niño quien tiene derecho a ser adoptado, en un lugar que garantice su mejor bienestar posible.

Por ahí empezamos a ver un error garrafal por parte de los señores de la Suprema Corte de Justicia.

Ganas de obtener votos y no más, junto a una falsa concepción de las cosas, donde un niño pasa a ser "derecho de terceros"; vamos, un artículo que se puede obtener.

En fin...

Salu2

Anónimo dijo...

Si vemos las cosas lo mas objetivo posible olvidando leyes y religion, lo que siempre me ha quedado muy claro es que por mas ganas, deseos y bla bla bla, dos hombres por mas sexo que tengan, nunca podran reproducirse, de igual manera 2 mujeres, pero lamentablemente simpre deseamos lo que no podemos tener.
Y ah� es donde radica el problema simplemente aceptar las cosas como son siempre es dificil, porque no simplemente decir, soy gay me gustan las personas del mismo sexo que yo y acepto mi realidad.

Anónimo dijo...

Querida Anai:
Te mandamos un beso y un abrazo cariñosos. Te extrañamos mucho y esperamos saber pronto de ti.
Tu club de fans.